La evolución ha supuesto que las armas blancas –en la caza y en la guerra– cedieran su protagonismo a las de fuego, y aunque han permaneciendo siempre en el equipamiento de cazadores y soldados, las ventajas de arcabuces y mosquetes fue imponiéndose también entre los cazadores a medida que se hacían más accesibles, para lo que fue necesario que pasaran siglos. En España, los cuchillos de remate han perseguido siempre una característica fundamental que los monteros llaman ‘muerte’: es decir, una longitud de hoja suficiente para alcanzar los órganos vitales y al mismo tiempo una adecuada anchura para garantizar que la herida afecte a mayor cantidad de tejidos y vasos sanguíneos. Se crearon con una gran diversidad de formas en sus hojas y éstas, ya fueran de lengua de vaca, de hoja de peral o las triangulares y emblemáticas higüelas, se distinguían por su simetría y doble filo y por empuñaduras de madera o de la típica asta de ciervo.
Entre los ejemplos de higüelas existen unas que Muela fabricó en homenaje a Antonio Covarsí, el llamado Montero de Alpotreque, famoso extremeño que plasmó sus experiencias cinegéticas en varios libros. En ellas podemos ver otra característica diferenciadora: la hoja del cuchillo es enteriza, proyectándose en toda sus estructura hasta el pomo, añadiéndole las correspondientes cachas de diversos materiales, o que disponga de una espiga sobre la que se monta el mango o empuñadura, para atornillar o remachar después el conjunto. Los cuchillos de remate atesoran la más auténtica de las tradiciones de la montería y son insustituibles en esa especialidad. Hoja robusta y ancha de suficiente longitud, punta aguzada para favorecer la penetrabilidad y buenos filos para garantizar su alcance. También una adecuada empuñadura y una guarda suficiente para evitar que la mano pueda resbalar hasta la hoja.
Cómo empuñarlo para entrar al remate
La forma de empuñar el cuchillo en el remate es fundamental. Independientemente de buscar el momento más adecuado, sólo cuando la res esté de verdad agarrada por los perros y cuando podamos alcanzar con toda seguridad, también para los canes, los costillares del animal, es muy importante que el dedo pulgar, proyectado hacia la punta, dirija el golpe. El pulgar en un arma blanca es como el punto de mira de un rifle: desde las más elementales bases de la esgrima se insiste en este detalle que supone ‘precisión’. También, cuando se emplea un cuchillo de hoja con contrafilo cóncavo, como los Bowie, es bueno recordar que la ‘estocada’ será más precisa si lo empuñamos con la punta hacia abajo, siendo así cuando ésta se prolonga más correctamente hacia nuestra mano; de la otra forma es probable es que el golpe resulte alto o hasta que la hoja pudiera resbalar hacia arriba según el animal al que nos enfrentemos.